domingo, 11 de agosto de 2013

!Bah! de cuernos.


La infidelidad no  necesita “papeles”. Tan solo un compromiso. Una palabra a la que faltar. ¿Qué es un compromiso? ¿Salir con alguien? ¿Vivir con los demás? ¿Contigo mismo? Cuando sales con alguien… ¿Puedes “hablar con otr@s”? Si no sales con nadie… ¿Puedes ser fiel a ti mismo?

Concretemos un poco y dejemos la amplitud del tema a la reflexión de cada uno. En el matrimonio o en la pareja hay un compromiso de ¿qué?  No está escrito en ningún sitio que sólo puedas salir con ese alguien. Aunque puede parecer que juegas a dos bandas, porque no está bien visto en nuestra sociedad.

¿Tiene nuestra cultura la legitimidad suficiente para decidir sobre lo que está “bien” o  “mal”? O, tal vez, tan solo quiera nuestra sumisión a “su verdad”, la verdad del verdugo (que decide nuestra existencia). Bobadas. Piénsalo por ti mismo.

¿Qué prefieres? Una pareja totalmente fiel porque nunca estuvo físicamente con alguien, pero suspira cada vez se cruza un varón o hembra. U otra que, habiendo tenido un desliz, sólo piensa en ti.

Los “cuernos” son relativos. Hay mil cosas que podrían ser o no ser cuernos, dependiendo del punto de vista de cada persona. Según la definición del diccionario, si no hay matrimonio, no hay cuernos. Por lo tanto, siempre que no estés casado puedes hacer lo que te dé la gana. ¿Qué opinas?

¿Es o no para reírse? Por mucha pareja, empapelada o no, que tengamos, las personas tenemos ojos en la cara. Nuestras fantasías nunca impedirán mirar a otros tíos o a otras tías por el simple hecho de estar “casado” con alguien. Y la “misma fantasía” de dos personas puede llegar mucho más lejos.

¿A partir de qué momento empezamos a considerar que estamos o nos están poniendo los cuernos? Porque hay quien piensa que el simple hecho de pensar en otra persona ya es “como si le estuviera poniendo los cuernos”.

Cuando vivía en pareja o, ahora que vivo solo, ¿me ponía/me pongo los cuernos?: antes por mirar/pensar en  Sharon Stone y, ahora, porque pienso más en los demás que en mí.

¿Un beso son cuernos? ¿Un beso inocente? ¿Un buen morreo? Pues, dicen que no hay cuernos si no hay sexo de por medio. Total que cuando vivía en pareja… ¿mis masturbaciones implicaban algo? Y ahora que vivo solo, con amantes en Elche, Valencia, Cádiz, Castellón, Almenara, Ribarroja, Alicante, Castro Urdiales o Bilbao, ¿a quién he puesto los cuernos?

Sin ánimo de genialidad, más bien de comicidad, elaboremos “La Teoría de la relatividad de los cuernos”.  NO serán cuernos: si “practicamos” a distancia. La “distancia” nos pone los cuernos a todos.
 

 

Vértigo


 
 
«Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura» A. Machado.

«Tener los pies en el suelo» o comprobar si vivimos en la misma onda que los demás es una tarea difícil. Tal vez por eso, la damos por supuesta. Cuando olvidamos nuestros orígenes o nuestros actos nos adentramos en posiciones alejadas de “nosotros mismos”. El ser auténtico es honrado y fiel a sus convicciones; se comporta “sin deuda con nadie”.

La franqueza o sinceridad es un valor aplicable al reconocimiento de uno mismo o al trato con los demás, antónimo de doblez o hipocresía. El “auténtico” o el “sincero”, aunque parecen iguales, difieren: «Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es» (Sartre). Confiando en la gente a pecho descubierto, la autenticidad impermeabiliza la autoestima y es  ajena a las traiciones y a la insinceridad.

Sin más luz que las palabras de los demás, andamos a oscuras entre los pozos opacos de las otras mentes, abrumados por la cercanía o la lejanía de ellos.  Comportarse legítimamente y auténtica no tiene la necesidad de comprobar qué piensan los demás, basta con los encuentros espontáneos para alimentar su curiosidad.

El idealista no teme al vértigo de “ser auténtico”. Es libre y su seguridad le permite comportarse y expresarse con  solidez,  minimizando la susceptibilidad…  «El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del hombre que la expresa»…  (Oscar Wilde).

¿Hay o no un abismo entre autenticidad y sinceridad?  

«Quien nada oculta, nada teme; quien nada teme, nada tiene que ocultar».

 

 


«Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura» A. Machado.
«Tener los pies en el suelo» o comprobar si vivimos en la misma onda que los demás es una tarea difícil. Tal vez por eso, la damos por supuesta. Cuando olvidamos nuestros orígenes o nuestros actos nos adentramos en posiciones alejadas de “nosotros mismos”. El ser auténtico es honrado y fiel a sus convicciones; se comporta “sin deuda con nadie”.
La franqueza o sinceridad es un valor aplicable al reconocimiento de uno mismo o al trato con los demás, antónimo de doblez o hipocresía. El “auténtico” o el “sincero”, aunque parecen iguales, difieren: «Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es» (Sartre). Confiando en la gente a pecho descubierto, la autenticidad impermeabiliza la autoestima y es  ajena a las traiciones y a la insinceridad.
Sin más luz que las palabras de los demás, andamos a oscuras entre los pozos opacos de las otras mentes, abrumados por la cercanía o la lejanía de ellos.  Comportarse legítimamente y auténtica no tiene la necesidad de comprobar qué piensan los demás, basta con los encuentros espontáneos para alimentar su curiosidad.
El idealista no teme al vértigo de “ser auténtico”. Es libre y su seguridad le permite comportarse y expresarse con  solidez,  minimizando la susceptibilidad…  «El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del hombre que la expresa»…  (Oscar Wilde).
¿Hay o no un abismo entre autenticidad y sinceridad?  
«Quien nada oculta, nada teme; quien nada teme, nada tiene que ocultar».