La historia, por muchos reyes,
papas, sultanes o grandes intelectuales que haya habido, la protagonizaron,
sobre todo, gentes anónimas como tú o yo. Es importante saber la historia de
las civilizaciones. Pero creo que; adentrarnos en la sicología cotidiana de
aquellos contemporáneos de los Reyes Católicos, que nacían, crecían y morían en
el anonimato; sería un ejercicio de introspección propia: ver lo poco que hemos
evolucionado en la Historia (a parte de nuestra ciencia y tecnología).
Al visitar un archivo histórico,
el de Indias en Sevilla (por ejemplo), sólo leemos sobre actividades de
personajes de segunda o tercera fila (mercaderes, aristócratas, etc.). Para
conocer algo del vulgo necesitamos imaginar los personajes de las novelas de la
época (lazarillos, “madames”, o
boticarios).
Si la finalidad de la Historia es
explicar el presente, decir por qué el mundo que nos rodea es como es. Conocer
la vida de los débiles del pasado, tal vez nos ayudase a ver nuestra parecida
insignificancia. Omitir los errores que se cometieron en el pasado y para
recordar (del latín re-cordi = volver a pasar por el corazón). Por ejemplo, las
abismales desigualdades pasadas con visos de reproducirse en el “nuevo mundo
globalizado”.
Si fuéramos capaces de distinguir
nuestros sentimientos y valores como buenos y malos; empezaríamos a soñar con
la cultura de “amar al prójimo como a ti mismo” sin hipocresía ni peros. Sin
grandes elocuencias "La historia sirve para comprender el mundo en que vivimos
y cómo el mundo que nos rodea ha llegado a ser lo que es”. Con la sencillez de
un perro u oso panda.
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