domingo, 23 de junio de 2013

Cornúpeta


Algunos poderes públicos y privados nos han engañado, nos engañan y nos engañarán, a no ser que vengan los extraterrestres a evitarlo. El engaño, ni exclusivo de España ni del poder público o privado, está tan enraizado en las comunidades modernas que, si les afecta a otros, somos complacientes, o ¿no?

En función de quien “ponga los cuernos” o a quien “se los pongan” somos más tolerantes o menos. Le contábamos, tranquilamente, a un amigo: he comprado un piso “tirao” de precio, en dos años doblo la inversión, he conseguido que la declaración me dé a devolver con algunas mentirijillas o a ese se los están poniendo, jajá.

Mientras a nosotros nos vaya bien, nuestra señora sea una santa o nuestra economía no se resienta, al que le vaya mal que se aguante Pero, “…cuando vinieron a por mí, no quedaba nadie para ayudarme”. A veces, me congratula ver comunidades, como la nórdica, donde la gente suele pensar: el dolor de los demás es también el mío (La Sexta, Salvados, Jordi Évole).

Engañar a la parienta, al cliente, al ciudadano o consumidor en general no deja de ser, además de inmoral, un autoengaño. Por mucho que nuestra mísera conciencia adquirida y mil veces replicada, oscurezca el daño infringido al prójimo. Por mucho que nuestra posición nos permita privar de salud, dinero o amor a los demás, tarde o temprano, nadie quedará para ayudarte.
 

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