Tanto el infierno como
el paraíso pueden
estar en cualquier habitación. Detrás de
cualquier puerta. Debajo de cualquier
sábana conyugal.
AMOS OZ, Una historia
de amor y oscuridad.
En las sociedades modernas asignamos
poco valor a todo aquello que no es productivo. Al parecer los únicos intereses
que nos mueven son nuestros problemas, nuestro confort, los problemas de los
demás nos dan exactamente igual.
Nuestra sociedad actual es pura
fachada, predomina la mentira, la adulación barata, las medias verdades, el
engaño, la ley del más fuerte. Nos hemos hecho esclavos del consumismo.
Confundimos calidad de vida con cantidad de bienes materiales. Anteponemos lo
material a las personas.
Un ejemplo concluyente: los
abuelos de hoy ocupan un papel primordial en las nuevas familias haciendo de
canguros y ocupándose de sus nietos. Pero cuando los abuelos ya no son
productivos y necesitan cuidados aparecen nuevamente las frases
grandilicuentes, la filosofía barata, las escusas pobres, los argumentos cara a
la galería que justifican nuestras acciones, la reclamación de derechos.
Aparecen los intereses personales y el confort individual.
Menos claras pero muy sospechosas
son el resto de relaciones interpersonales: hijos explotadores, mujeres
interesadas, hombres esclavos del sexo, amigos de conveniencia. ¿Quién no ha
pasado por alguna situación de manipulación o “chantaje” material de un hij@,
una novi@, un amig@?
La búsqueda de la felicidad
compartida, actualmente, está muy
limitada. Las amistades de toda la vida, las nuevas y las por venir suelen ser
pura fachada. Por eso, creo que, la soledad reinante o la ruptura de relaciones
se justifican. No porque somos seres imperfectos y cometemos errores (siempre
lo fuimos). Más bien porque la “globalización” material y de necesidades han
cambiado nuestra actitud frente a los demás.
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