miércoles, 12 de junio de 2013

La zorra y el zorro



 



“-Señora maestra, ¿Cómo se forma el femenino?

-Partiendo del masculino: la “-o” final se sustituye por la “-a”.

-Señora maestra, ¿y el masculino cómo se forma?

-El masculino no se forma, existe.” (Anécdota escolar)

En biología, zorra es uno de los nombres comunes de los vulpinos, una tribu de mamíferos carnívoros; y zorro es una tribu de mamíferos carnívoros incluidos en la familia de los cánidos. En varios países, zorra es una palabra de uso vulgar para referirse a una mujer promiscua, a una buscona, o a una prostituta.

El zorro es un combatiente del crimen que aparece en numerosas series de televisión y películas. La zorra también es el título de una película dramática estadounidense del año 1967: una pareja de lesbianas ve truncada su relación cuando aparece un apuesto extraño, Paul. Ellen comienza una relación con éste, lo que desemboca en un duro enfrentamiento entre los tres, que se salda con la muerte de Jill, aplastada por un árbol.

No es innato. La actitud lingüística es el resultado de la socialización. Es un proceso por el cual las personas interiorizamos juicios, valores y expectativas en una cultura determinada. Las expresiones para describir algo ensalzable y modélico, lo relacionan con los genitales masculinos. Ejemplos: es cojonudo, tiene un par de cojones, es un tío macho, hay que echarle huevos, etc. Esto expresiones indica “espléndidamente” la preeminencia resoluto del macho.

Por el contrario, cuando estas “palabrotas” desean expresar algo desagradable, suelen hacer referencia a los genitales femeninos. Ejemplos: esto es un coñazo, esto es una mariconada (como escasez de genital masculino), ¡que soy compañero!, ¡coño!, (algo así como decir ¡que soy compañero!, ¡mierda!), etc. También, cuando se quiere enviar a alguien al sitio más repugnante posible, se le dice ¡vete al carajo!

El idioma castellano no es machista, pero sí la actitud que asumimos los hablantes frente a él. Los nombres de los títulos, cargos u oficios correspondientes a mujeres son un ejemplo. Las propias mujeres prefieren el nombre del título o del cargo en masculino. Aunque sea el femenino correspondiente aceptado.

Oigo a  médicas, arquitectas o cirujanas presentarse (tal vez porque, de tanto repetirlo, les suene mejor) como médicos, arquitectos o cirujanos. Y estos son solo tres ejemplos de la amplia gama de sexismo lingüístico pernicioso. Porque como decía Heidegger no somos nosotros quienes hablamos a través del lenguaje sino que es el lenguaje el que habla a través de nosotros.

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