martes, 25 de junio de 2013

Harry Potter y Cervantes


 
 
La literatura clásica es importante. Sin ella, la literatura actual no sería tal. No obstante, a la gente le interesa mucho más los libros actuales que los clásicos. El Señor de los Anillos, Narnia o La Historia Interminable agradan más porque lo que exploran es más cercano.
Los/as jóvenes buscan novelas para identificase. Les gusta saber qué les pasa. No ven a Eragón (El legado) con un iPod. Pero, sus sentimientos se ajustan más a los suyos que los de Frodo Bolsón (El señor de los anillos). Que aunque sigue interesando, puede servir de ejemplo.
Los jóvenes solo buscan entretenerse con una historia que les atrape, “pasan” de leer algo hermoso o aprender. Y  es más fácil engancharse a un argumento con pensamientos y costumbres cercanos en el tiempo pero no necesariamente en el espacio.
Harry Potter está en contacto directo con el lector,  en un entorno contemporáneo. Un chico y su situación común, con  sentimientos y  relaciones de cualquier niño o niña. Cualquier primo o “amigo” nos hacen la vida imposible, como a él. Mantienen con Harry numerosos puntos de identificación, en la empatía, más allá de la mitología.
Enamorarse después de siete años de amistad como Ron y Hermione (Harry Potter) es más lógico en nuestra mentalidad que la pelea a muerte de dos caballeros por su dama, que adora sin más al que gana la batalla. Aunque estas “causas” resulten atractivas por la inviabilidad de ponernos en su lugar.
Las mezclas (vampiros, dragones, hadas, etc.) en las novelas juveniles atraen; tantos personajes fantásticos como familiares nos/les identifican porque responden a los valores actuales. El mundo idealista está en nuestro interior, sentimientos y no costumbres, son lo que de verdad perduran.
Las obras que perduran en el tiempo están llenas de respuestas vitales. Se convierten en modelos a seguir en la literatura posterior. Eso no implica identificarse con lo que retratan. "Una habitación con vistas" es una historia de amor totalmente obsoleta. Eso de buscar un marido con estabilidad económica y posición, que agrade a la familia, la relación con los vecinos, el vocabulario…
Es imposible adaptar el mundo actual a la ficción. La imaginación de Shakespeare o Cervantes en la actualidad carecería de aquellas magistrales y anacrónicas “herramientas”. Los clásicos se mantienen vigentes por las temáticas, por las tramas, no por los marcos. La trágica historia de Romeo y Julieta no es exclusiva de la época.
 
 

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