La literatura clásica es
importante. Sin ella, la literatura actual no sería tal. No obstante, a la
gente le interesa mucho más los libros actuales que los clásicos. El Señor de
los Anillos, Narnia o La Historia Interminable agradan más porque lo que
exploran es más cercano.
Los/as jóvenes buscan novelas
para identificase. Les gusta saber qué les pasa. No ven a Eragón (El legado)
con un iPod. Pero, sus sentimientos se ajustan más a los suyos que los de Frodo
Bolsón (El señor de los anillos). Que aunque sigue interesando, puede servir de
ejemplo.
Los jóvenes solo buscan
entretenerse con una historia que les atrape, “pasan” de leer algo hermoso o
aprender. Y es más fácil engancharse a
un argumento con pensamientos y costumbres cercanos en el tiempo pero no
necesariamente en el espacio.
Harry Potter está en contacto
directo con el lector, en un entorno
contemporáneo. Un chico y su situación común, con sentimientos y relaciones de cualquier niño o niña.
Cualquier primo o “amigo” nos hacen la vida imposible, como a él. Mantienen con
Harry numerosos puntos de identificación, en la empatía, más allá de la
mitología.
Enamorarse después de siete años
de amistad como Ron y Hermione (Harry Potter) es más lógico en nuestra
mentalidad que la pelea a muerte de dos caballeros por su dama, que adora sin
más al que gana la batalla. Aunque estas “causas” resulten atractivas por la
inviabilidad de ponernos en su lugar.
Las mezclas (vampiros, dragones,
hadas, etc.) en las novelas juveniles atraen; tantos personajes fantásticos
como familiares nos/les identifican porque responden a los valores actuales. El
mundo idealista está en nuestro interior, sentimientos y no costumbres, son lo
que de verdad perduran.
Las obras que perduran en el
tiempo están llenas de respuestas vitales. Se convierten en modelos a seguir en
la literatura posterior. Eso no implica identificarse con lo que retratan. "Una
habitación con vistas" es una historia de amor totalmente obsoleta. Eso de
buscar un marido con estabilidad económica y posición, que agrade a la familia,
la relación con los vecinos, el vocabulario…
Es imposible adaptar el mundo
actual a la ficción. La imaginación de Shakespeare o Cervantes en la actualidad
carecería de aquellas magistrales y anacrónicas “herramientas”. Los clásicos se
mantienen vigentes por las temáticas, por las tramas, no por los marcos. La
trágica historia de Romeo y Julieta no es exclusiva de la época.
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