domingo, 16 de junio de 2013

¿Soy lo que tengo?




Un conferenciante se dirige a la audiencia mostrando un billete “potente”. “¿Quién lo quiere?”, pregunta. Todos levantan la mano. El conferenciante arruga el billete y vuelve a preguntar: “¿y ahora?, ¿quién lo quiere?”. Las mismas manos se vuelven a levantar. Esta vez tira el billete al suelo y lo pisotea. Así, sucio y hecho un guiñapo lo muestra a la concurrencia. “¿Quién quiere todavía el billete?”. Las manos siguen levantadas.

Todos, es decir, todos (pero solo lo hacen los que pueden obtenerlo) quieren el billete; da igual que esté manoseado, pisado, arrugado. Criticamos al político, al empresario, al evasor o al “blanqueador”. Pero, cada uno de nosotros, si pudiéramos: ¿cómo actuaríamos?

A pesar de que conservamos intacto el apetito por el dinero. ¿Sucede lo mismo con nuestras creencias, principios y relaciones? Jamás deberíamos perder nuestro valor. Pero ¿quién nos quiere ajados, enfermos, sin apenas movilidad porque la artrosis y la artritis nos ha dejado molidos, un poco -o un mucho- sordos, con dificultad para caminar?.

Estas circunstancias suelen alterar la importancia que tenemos y que damos a los demás. El precio de la vida radica en lo que tenemos o aparentamos tener. Los dependientes, los excluidos necesitan, además de atenciones físicas, salud y dinero, una tercera “prestación”: El amor.

¡No todo en esta vida se resuelve con dinero y cosas materiales!
 
 

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