Podríamos preguntan a don Miguel
de Cervantes ¿por qué creó un personaje tan ingenuo? Tal vez, el talento del
ilustre escritor le hizo pensar que, a veces, lo más inteligente es hacerse el
tonto. Y es que, como dice Jack
Nicholson, no podemos con la verdad.
Cuando intentas explicar a la
gente algo obvio o evidente, y no lo consigues. Cuando tratas de disimular.
Cuando tus argumentaciones se retuercen y quedas mal. Cuando te contradicen porque si o no te
escuchan. En conversaciones poco civilizadas. Cuando tratan de hacerte “ver lo
blanco negro”. ¿No será inteligente hacerte el tonto?
No nos engañemos. Convertir un
defecto en una virtud es una estrategia retórica que todos en algún momento
hemos utilizado. Si logramos tomar lo peor y transformarlo en bonito, nadie podrá sino amarnos. El
precio que del vicio debe pagar a la virtud nos hace individualmente “santos” y
“corrompe” nuestra sociedad.
¿Está institucionalizado este
asuntillo dentro de los partidos políticos? Nuestros líderes así lo quieren y el que se mueve no sale en la foto. Nosotros
así lo aceptamos porque la “diplomacia”, el “peloteo” o alago al de arriba nos
permitirá medrar o, cuando menos, no caer en desgracia.
Los caminos del señor son inescrutables: la hipocresía que nos
“mata”, tarde o temprano por instinto de supervivencia, nos impulsará a confiar
en nosotros mismos. ¡Con toda la experiencia acumulada!
Para el premio Nobel de
Literatura, Isaac Bashevis Singer, no ser como los demás quieren debería ser el
motor de nuestra vida. “Gimpel el tonto” nos narra la historia de Gimpel un
humilde panadero de una pequeña aldea de Polonia, del que todo el mundo se
burlaba porque lo consideraban un tonto, aunque éste no se sintiera como tal y
en el fondo estaba claramente convencido de que sus vecinos se equivocaban.
“Gimpel el tonto”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario