La especulación es un
calificativo más económico que sociopolítico, pero funciona igual. Se trata de
explotar al máximo la acumulación y lanzarla al mercado sin valor añadido;
esperando a que llegue el precio más alto, para saborear el éxito.
Los representantes de las
democracias están sin ideas, sin capacidad resolutiva y sin ningunas ganas de
buscar alternativas. La nefasta política que imponen los mercados especulativos
consiste en el enriquecimiento de unos pocos en todo momento y a toda costa,
aunque esto signifique el empobrecimiento y el empeoramiento de vida de la
mayoría de las personas. La política facilita
la entrada de los “buitres”.
Los precios de las materias
primas varían en un 70% por la especulación y en un 30% por la oferta y la
demanda. Comprar metales preciosos, materias primas de origen vegetal (maíz,
trigo, etc.), animal o mineral con expectativas de futuro para venderlos y
obtener una ganancia sin trabajo ni esfuerzo es algo parecido a aquellos pisos
que adquiríamos a 2 para vender pasado mañana a 4.
Especular (operaciones
comerciales que se practican con mercancías, valores, o bienes) en los mercados
cerrados a la importación y/o monopolios; o cuando el bien o servicio es muy necesario o inelástico,
proporciona al “usurero” mayores márgenes de ganancias, porque podrá especular
prácticamente sin límite por no tener competencia.
En cualquiera de sus formas ya
sea financiera o inmobiliaria, sobre alimentos, materias primas, agua o deuda
pública, etc., constituye una de las mayores lacras sociales. Sabemos que la especulación
no produce más que dinero y que el dinero...no se come. Sabemos que alimenta y
retroalimenta la subida de los precios, la inflación y las burbujas que son,
precisamente, lo único que la especulación persigue.
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