La burocracia se asocia a
ineficiencia, pereza y derroche de medios. Se percibe, en la imaginación
popular, como un ente sólo necesario para sí misma y que consigue “replicarse”.
Así, comúnmente se usa de manera peyorativa.
No obstante; Max Weber analiza el
sistema como la mejor forma de organización y administración, y más racional
que las alternativas. Que realza la precisión, la velocidad, la claridad, la
regularidad, la exactitud y la eficiencia a través de la división prefijada de
las tareas, de la supervisión jerárquica, y de detalladas reglas y
regulaciones.
Al mismo tiempo; Weber reconoce
que las burocracias pueden causar degenerar: exceso de "papeleo";
tediosa para el propio burócrata; confusa para el ciudadano; alimentar el
nepotismo, la corrupción o el enfrentamiento político; produciendo excesiva
regulación e ineficiencia; exterminar la
crítica y autocrítica; o crear de reglas contradictorias. Para el sociólogo
alemán no puede existir un tipo de organización ideal.
Si el ciudadano soberano
(individuo, familia, empresa, etc.) exige rapidez frente a las estructuras burocráticas
tan rígidas, gigantes, complejas, autoritarias, uniformes, “reinos de taifas
del burócrata” ¿será imposible “tirar el muro de Berlín”?. ¿Podrán nuestros
hijos eludir evaluaciones y dedicar más tiempo a enseñar? ¿Podrán curar a los
enfermos con los protocolos mínimos? ¿Obtener el DNI, carné de conducir o un
visado sin perder dos o tres mañana?
La Administración dispone en
estos momentos de tantos datos de la inmensa mayoría. Además, ¿cree el burócrata (político, técnico o “mediopensionista”)
que cualquier otra persona no podría realizar su trabajo como él? Pues con un
poco de sentido común y la autorización social/soberana/político, sería posible
hasta mejorarlo.
Max Weber
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