La libertad, o la capacidad de decidir e inventar
acciones que transforman la realidad... y a nosotros mismos, es nuestra condena
y también el fundamento de lo que consideramos nuestra dignidad racional.
Aunque, ¿no está el hombre sometido también a cierto determinismo impuesto por
las leyes físicas que regulan la Naturaleza?
Sin poner en duda el libre albedrío y la reflexión
de cualquier animal; el ímpetu creativo,
la libertad en la técnica, la ética y la política nos permiten afrontar mejor
nuestro destino humano. La búsqueda de la verdad y el placer (felicidad) es una
necesidad esencial de la que depende nuestra supervivencia como individuos y
como especie.
"La vida humana tiene dimensiones que escapan a
la zoología y a la biología". Aunque también un león o una araña necesitan
discernir ente diferentes formas de actuar y valorarlas; la especie humana ha “evolucionado un arte de
vivir" mezclando su pulsión natural y la instrucción socio-cultural.
La búsqueda del placer (felicidad) y el rechazo del
dolor no son exclusivas de los seres humanos; ni siquiera el suicidio pues
parece haber constancia de casos en animales. Lo que parece exclusivo nuestro es de la tendencia a descargar a
los individuos de sus placeres negativos cargándolas a cuenta del sistema
social. La comunidad necesita, para sobrevivir, asumir el pecado y perdonar el
libertino.
Nos encontramos ante la influencia de los medios de
comunicación que refleja algún tipo de patología de la conducta social para suavizar el pecado de ser libre. ¿Es mejor ser cleptómano que
ladrón? ¿Ludópata o jugador? ¿Sexo-adictos o fornicador compulsivo? ¿Por qué
conviene el eufemismo?
Parafraseando a
Pierre Réverdy "no hay libertad sino pruebas de libertad". Muestras
de que podemos aplazar las compensaciones deseables y no desear las
compensaciones que pueden aplazarse. Rebelarnos frente a la obligación social
de compartir los dolores que impone la lucha colectiva. Pero, la cultura nos
permite manejar los placeres sólo “con guantes” para no caer en grosería
inculta.
Y es aquí dónde nos preguntamos ¿quién establece el
límite entre el uso excitante y el abuso que bloquea? ¿De dónde procede la mala fama moral del
placer? Siempre les ha sido más fácil
obtener aprobación moral a los tiránicos de empresas tan descomunales como
fatigosas. Se desconfía siempre de quien se envuelve en su manto para vibrar a
su propio gusto con dulces espasmos.
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