martes, 21 de mayo de 2013

¡Qué animales somos!


La libertad, o la capacidad de decidir e inventar acciones que transforman la realidad... y a nosotros mismos, es nuestra condena y también el fundamento de lo que consideramos nuestra dignidad racional. Aunque, ¿no está el hombre sometido también a cierto determinismo impuesto por las leyes físicas que regulan la Naturaleza?

Sin poner en duda el libre albedrío y la reflexión de cualquier animal;  el ímpetu creativo, la libertad en la técnica, la ética y la política nos permiten afrontar mejor nuestro destino humano. La búsqueda de la verdad y el placer (felicidad) es una necesidad esencial de la que depende nuestra supervivencia como individuos y como especie.

"La vida humana tiene dimensiones que escapan a la zoología y a la biología". Aunque también un león o una araña necesitan discernir ente diferentes formas de actuar y valorarlas;  la especie humana ha “evolucionado un arte de vivir" mezclando su pulsión natural y la instrucción socio-cultural.

La búsqueda del placer (felicidad) y el rechazo del dolor no son exclusivas de los seres humanos; ni siquiera el suicidio pues parece haber constancia de casos en animales. Lo que parece exclusivo nuestro es de la tendencia a descargar a los individuos de sus placeres negativos cargándolas a cuenta del sistema social. La comunidad necesita, para sobrevivir, asumir el pecado y perdonar el libertino.

Nos encontramos ante la influencia de los medios de comunicación que refleja algún tipo de patología de la conducta social para suavizar el pecado de ser libre. ¿Es mejor ser cleptómano que ladrón? ¿Ludópata o jugador? ¿Sexo-adictos o fornicador compulsivo? ¿Por qué conviene el eufemismo?

Parafraseando a  Pierre Réverdy "no hay libertad sino pruebas de libertad". Muestras de que podemos aplazar las compensaciones deseables y no desear las compensaciones que pueden aplazarse. Rebelarnos frente a la obligación social de compartir los dolores que impone la lucha colectiva. Pero, la cultura nos permite manejar los placeres sólo “con guantes” para no caer en grosería inculta.

Y es aquí dónde nos preguntamos ¿quién establece el límite entre el uso excitante y el abuso que bloquea?  ¿De dónde procede la mala fama moral del placer? Siempre les ha sido más fácil obtener aprobación moral a los tiránicos de empresas tan descomunales como fatigosas. Se desconfía siempre de quien se envuelve en su manto para vibrar a su propio gusto con dulces espasmos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario